viernes, 30 de mayo de 2014

El Año del Samurai




Toca
la melodía del no ser.
Nueve cumbres se derrumban,
ocho océanos se secan.

 Zosan Junku - Monje Zen y Samurai- Escrito en sus últimos días de vida con 98 años de edad. 1308

viernes, 23 de mayo de 2014

Olvido y decepción

Los siguientes fragmentos son unas pequeñas recopilaciones emocionales que hice hace tiempo. Abriendo el cajón de los recuerdos, me los he encontrado en una esquinita, con polvo por encima, paradójicamente, olvidados a su suerte. He decidido sacarlos a relucir un poco, y que pase de instranscendentales a transcendentales en las páginas de mi blog. Allí van:


Olvido.

-OH dios mío,
-Lo veo pasar,
-Vivaz con su cantío,
-Implacable en su acrecentar,
-Doliente y sin amorío,
-Omnipotente Zumbar"

El tiempo iba pasando y los días se transcurrían con monotonía. No vivía la vida en ninguna de sus facultades, aunque tampoco tenía tiempo. Dejé de caminar cuando, en un gran instante de lucidez, me di cuenta de ello.
Nombres, rostros, sonrisas, expresiones, sentimientos, palabras, abrazos, momentos de charla y silencios. Todo, todo, todo el pasado estaba borroso en mi mente.
Inmediatamente corrí hacía la religiosa protección que ofrecían las paredes de mi estudio. Me senté en la mesa, cogí un bolígrafo y un papel y me concentré.
Al cabo de media hora, una figura silenciosa reposaba cabizbaja en la silla, mientras en aquel blanco papel manchado de lágrimas sólo había escrita una palabra en trémula ortografía:
“Olvido”

Decepción

"El tiempo iba pasando. Los Segundos se amontonaban velozmente unos encima de los otros mientras los Minutos daban paso, también tomándose su tiempo, a las corpulentas Horas.
En un rincón de mi cuarto reposaba la silenciosa marioneta de mi cuerpo, ahora convertida en una caricatura de vida. Había perdido la protección de mi santuario.

Antaño esas cuatro paredes que conformaban mi estudio eran casi sagradas. En su interior existía el único lugar donde podía protegerme del frío y atrincherarme cuando la realidad se hacía demasiado dura. Ahora una palabra ,Olvido, escrita en tina negra sobre un papel blanco, que actuando cual runa mágica de las leyendas del norte había penetrado en la fortaleza de mi alma y había destruido todo el hechizo de aquel lugar santo. La luz había perdido calor y color y grisáceamente parecía sumir todo cuanto tocaba en una infernal hibernación.

Lentamente di algo de fuerzas a los hilos que movían mi cuerpo, impulsado por un loco pensamiento, y me quedé de nuevo mirando aquel impío papel. Agarré el bolígrafo de nuevo y garabateé penosamente otra palabra junto a la anterior, para que no estuviera tan sola en aquel mortal desierto blanquecino: "Decepción"

sábado, 10 de mayo de 2014

El Puente parte 1

Ella se quedó sentada en el banco, mirándome fijamente mientras yo paseaba enfrente suya. En la comisura de su boca se dibujó un amago de sonrisa, eso me dolió y agradó a partes iguales. En el interior de mi pecho parecieron encenderse los hornos de una fundición. Los musculos de mi rostro se tensaron y mis manos acompañaron teatralmente mis palabras.-¿Por qué? Jamás entenderé que viste en mi. No soy nadie. He vivido toda mi vida apartado, escondido en mi mismo. Tu interés me enciende como una cerilla a la pólvora.- espeté, sin cesar mi vaivén. - Tu eres un ser eterno, bello e inmortal. Yo soy marchito, misero, insignificante.- añadí, mirando fijamente los pozos azules que eran sus ojos.

Ella siguió, divertida, en su misma posición.-Eres perfecto. Vives como si no hubiera mañana y amas todos los instantes en los que estas.- espetó.La muerte me miraba divertida, mientras que, alzando un brazo sobre el respaldo del banco, me ofrecía asiento. La sangre se me congeló en las venas.

Entonces, en ese instante, recordé la primera vez en que la vi.

Era una noche clara y calurosa. Las estrellas brillaban majestuosamente en el firmamento y se reflejaban perfectamente sobre la superficie del Ebro, que parecía un gigantesco espejo. Resbalé un poco y me aferré a la estructura del puente. El vertigo empezó a golpear mi cerebro. Era un completo idiota, quería acabar con mi vida y la altura me preocupaba.

-¿De verdad lo vas a hacer?- dijo una voz a mi lado. Sin poder evitarlo solté un grito del susto. Ahí estaba ella, vestida con ropas tan oscuras como su pelo. Estaba de pie encima de la barandilla, como yo.

-¿Quien eres?- pregunté, aún sin terminar de creerme lo que veían mis ojos, aunque sin duda era real, pues no había bebido lo suficiente como para empezar a delirar.

-¿Acaso eso te importa? Estas a punto de tirarte de un puente. Además, yo he preguntado primero.- Respondió, mientras se cruzaba de brazos y mantenía un equilibrio casi irreal encima de la barandilla.

Su imagen, tan tranquila en un momento en que yo no lo estaba, me desestabilizó. Me dio vértigo el verla allí encima.
-Yo... si. Si que lo voy a hacer. Estoy harto... no tengo nada.- le dije. Una loca, seguramente, pensé. Tan loca como yo lo estaba, tan falto de cordura por los golpes de la vida.

-Y como es eso?- dijo, mientras se acercó un poco a mi, caminando perfectamente por encima de la barandilla. -Como ha llegado un jovén como tú a no tener motivos por los que vivir-

-Mira, no voy a contarte mi vida ¿Vale? He venido aquí para terminar con esto. Simplemente, no tengo motivos por los que vivir- respondí, de manera un poco brusca. Sus preguntas estaban empezando a hacer mella en mi resolución.

-Es una pena, la verdad- su voz cogió un tono triste. Me conmocionó que una desconocida pudiera hacer tambalear de esa manera mi determinación.

Me quedé en silencio, observándola unos momentos para luego volver a bajar la vista hacía las aguas del Ebro. Todo se iluminó unos instantes y el puente se agitó, gimiendo su estructura, ante el paso de un camión.

Durante unos instantes creí volar. Pensé que eso era el fin, el golpe me dejaría inconsciente y me ahogaría. Pero esas sensaciones fueron una falsedad. No me había movido del sitio. El vértigo volvió a torturar mi cerebro y mi respiración estaba agitada. Volteé la cabeza hacía la chica.

-Sabes- dijo ella, había bajado de la barandilla. -Mañana a esta hora volveré aquí. Si vienes te diré quien soy y me alegraré de que no te hayas tirado. Si no... - dejó la frase en suspenso. Me dirigió una mirada y yo se la devolví. No sé cuando rato estuve mirándola, pero llegó un momento en que me di cuenta de que allí ya no había nadie. Me bajé de inmediato de allí y corrí a casa, como alma que lleva al diablo.

El pincel casi iba solo por encima del lienzo. Su música, su baile, eran completamente ajenos a mi brazo. Mi mente sólo podía pensar en esa chica. Hacía meses que no pintaba nada, pero las musas me guiaban como el primer día. Era como si hubiera vuelto a nacer.Tosí, lancé los pinceles y las pinturas a un lado y me alejé para observar mi obra, casi terminada.Allí estaba ella. Su mirada de color azul, su piel pálida, sus labios rojos, su pelo moreno y sus ropas. Esas ropas, hasta entonces no me di cuenta, eran extrañamente anacrónicas. Todo en ella era exótico, bello, misterioso. Hasta que no terminé el dibujo no fui completamente consciente de que aquel encuentro la noche anterior no había sido producto del alcohol o la desesperación.

Miré el reloj. Ya era casi la hora. Me vestí despreocupadamente y abandoné mi estudio, dirección a la calle del puente. Era una noche movida por las calles de Amposta. Aquí o allí grupos de jóvenes iban, en coche o a pie, a sus respectivos locales a empezar la fiesta. Mi mente sólo pensaba en ella.

Cuando quise darme cuenta volvía a estar sobre ese puente. Las aguas del ebro hoy no eran tan tranquilas, pero el reflejo del firmamento sobre su superficie seguía inquietandome, como si sus aguas fueran un pozo hacía el infinito, hacía el cosmos.

Mientras mi mente volvía al día de ayer, pensé que quizá, todo, sí que había sido una alucinación. Al fin y al cabo, el tumor estaba muy avanzado y ya le advirtieron sobre las alteraciones de la percepción. Entonces, esos pensamientos volvieron a hacerle deprimir. La muerte volvía a parecer una idea tentadora, tranquilizante.Una mano se posó sobre mi hombro, no pude evitar dar un respingo de sorpresa.

-Has venido, me alegro mucho de verte.-

Esas dulces palabras, porque su tono era tal, me provocaron un leve escalofrío que atravesó de arriba a abajo mi espalda. Me giré y la vi. El retrato había cobrado vida de nuevo. Esa misteriosa muchacha estaba a pocos centímetros de mi, y esgrimía una sonrisa que, incluso en esa oscuridad, casi podía jurar brillaba con luz propia.

-¿Quien... quien eres?- alcancé a decir. Sabía, inconscientemente, que a partir de ese momento estaría condenado.


Continuará...


jueves, 8 de mayo de 2014

THE WAR OF THE WORLDS (IN THE EBRE RIVER LANDS) "La Guerra de los Mundos en las Tierras del Ebro" Parte 1 de ??

-Buenas noches a todo el mundo. Bienvenidos a una edición más de "Déjame Ver", el programa de noticias más famoso del delta del Ebro ¡Desde que se volvió a restablecer las cadenas de televisión digital!- dice la presentadora, sonriendo de esa manera que sonríe la gente que se ha estado horas y horas practicando delante de un espejo.
-Yo soy María Rosell y esta noche tenemos a un invitado muy especial, que va a contarnos su historia.- me mira directamente a los ojos. Yo me pongo nervioso. Por el rabillo del ojo atisbo el puntito de luz rojo que me anuncia que ya me están enfocando con la cámara. Trago saliva e intento esgrimir mi mejor cara de formalidad.
-Tengo el honor de presentaros en directo, al joven Oscar Roca Alba, superviviente directo de la catastrofe que azotó al mundo hace pocos meses y que hemos hecho venir para que nos relate sus vivencias durante el transcurso de la invasión marciana.

-Muchas gracias por esta oportunidad, María- digo, intentando no titubear y agriar la voz lo menos posible.-Antes de que esto ocurriera, bueno, todos teníamos una vida antes ¿no?Yo era fotógrafo en un diario de aquí, Amposta.En general, nunca nos imaginábamos que un buen día vendrían a darnos por el pelo de esta manera ¿no?, perdón- bebo un sorbo de agua y medito durante medio segundo lo que seguiré diciendo.-No. Estábamos todos completamente convencidos de que éramos invencibles, indestructibles. La cúspide de toda la pirámide evolutiva. Los reyes del mundo e incluso del cosmos entero. Lo cierto este estábamos cegados por nuestra ignorancia y vanidad mientras nuestro mundo se derrumbaba. Entonces vinieron Ellos a darnos una dosis de realidad.

“Era una fría noche de Diciembre. Hacia poco que el invierno había llegado muy duro. Estaba yo en casa, después de un día entero en el diario en que trabajo, o bueno, trabajaba, en Amposta. Aquel día habia tenido que ir a fotografiar una exposición que habian hecho algunos alumnos de uno de los institutos del pueblo, pero bueno, eso no es lo importante.

Estaba en casa y decidí invertir algo de tiempo en ver las noticias. Puse el canal internacional de noticias, ya que las nacionales siempre eran las mismas: crisis, terrorismo y debate político. Fue cuando vi la primera señal, ojala lo hubiera sabido ver entonces. Estaban dando una noticia de que habría una lluvia de asteroides sobre varios puntos del planeta. De hecho en el Reino Unido y en ciertos puntos de Estados Unidos y Rusia ya había ocurrido. No le di mucha importancia a la noticia, iluso de mí, incluso cuando dijeron que los científicos no se explicaban como no habían podido preverla antes, o que cómo podía un fenómeno de esta clase llegar a tantos lugares del planeta en intervalos de tiempo tan cortos. Luego dijeron que estaban todos de enhorabuena porqué seguramente éramos testigos de algún acontecimiento cósmico único y que quedaría catalogado en la historia de la ciencia. Entonces se perdió la señal de la cadena.
Empecé a cambiar de canal, acostumbrado a los fallos que en ocasiones tenía la tan novedosa TDT. Ningún canal respondía. Empecé a asustarme de verdad cuando la luz se fue y de repente una fuerte luz verde que venía del exterior iluminó toda la sala. Salí corriendo al balcón y de repente un número infinito de exclamaciones se me encallaron en la garganta.

Toda Amposta estaba a oscuras y una luz verde muy fuerte lo iluminaba todo desde el cielo. Allí arriba estaban cayendo varios asteroides que desprendían aquella luz esmeralda tan bella. Me quede boquiabierto observando esa escena tan maravillosa y a la vez terrible.
El terror llegó cuando la primera de las luces se estrelló cerca del polígono de Toses y todo el suelo tembló como si hubiera un terremoto. El terrible sonido del impacto parecía el de una enorme explosión. Apenas me hube recuperado le siguió otro impacto, otro, otro i otro. Durante cerca de media hora se fueron sintiendo los impactos de esos asteroides esmeraldas. Yo estaba refugiado debajo de la mesa de la sala, rezando a todos los dioses que se me pasaban por la cabeza mientras oía gritos en la calle y en los otros pisos. Parecía que había llegado el fin del mundo. No dormí en toda la noche, y no me moví hasta que salió el sol.

Aquel día amaneció gris. Salí de nuevo al balcón. Una niebla espesa lo cubría todo…”


-Continuará!

miércoles, 7 de mayo de 2014

¿Te habías olvidado de mi?

Salí tambaleándome del último bar del cual había hecho mi hogar esa noche de sábado. El pintxo-pote había llegado a su fin para mi: No tenia fuerzas, ni cuerpo, para más trote.

La chica que hacia un par de horas que me acompañaba -y que ya parecía ser mi admiradora número uno- me miraba con una mueca entre divertida y curiosa, a la expectativa de que de mi atrotinado cerebro y de mi embelesada boca saliera, de nuevo, alguna genial idea que convirtiera esa mágica noche en todo un hito de la historia.
La miré a los ojos y le solté, no recuerdo exactamente bien, alguna frase de cliché adornada con mi propio talento lingüístico y envuelta con especias selectas.

La cosa es que terminamos paseando bajo el cielo grisáceo, iluminado por la luna llena, de el mágico casco viejo de vitoria. Por las mismas calles en que antaño caminaron caballeros y príncipes, ahora yo hacía escenario de las más refinadas y modernas artes de la seducción, poniendo en el fuego todo el arsenal que el cansancio, la bebida y las ganas me dejaban disponer.
Ella como buena mujer vasca, parecía fría y distante en ocasiones, para de repente mostrar su lado más cálido con algún gesto o respuesta, que me animaban a seguir intentando acercar mi alma a la de esa mujer. El caso es que el objetivo ya no me era claro; El camino se me estaba haciendo demasiado agradable y ya podía ella desaparecer de repente, que yo me hubiese quedado feliz de la vida de tan solo haber cruzado palabras con ella.
Llegamos a lo alto del casco, pasando por el lado de la iglesia de San Vicente Mártir... era uno de mis rincones favoritos de Gasteiz: Se contaban por docenas las veces que había visto mi trasero en este sitio, fuese para dibujar, escuchar música o simplemente ver amanecer tras larguísimas jornadas de trabajo o fiesta.

Algo cambió en ese instante. El aire se vició, el silenció se hizo más notable; casi podía decirse que se había enmudecido. Yo alcé una ceja, interrumpida mi última parafraseada sobre uno de mis temas favoritos de Vetusta Morla. Miré alrededor, como esperando encontrar la respuesta a ese evento esperando quieta en algún rincón. Tras comprobar como mis esperanzas eran rotas, volví a mirar a la chica, esperando encontrarme con su rostro dibujando una expresión divertida ante mi reacción de completo imbécil. No fue así.

La mujer que tenía ahora delante no era la misma que tenia segundos atras. Enfrente de mi se volvía a encontrar Ella. Vestida con su perenne vestido negro de época, con unos lustrosos zapatos de color azabache y pelo rizado de mismo color. Seguía igual de bien maquillada como siempre; su piel empalidecida y sus labios realzados con un mortal color carmín.

Yo titubeé como un idiota que acaba de comprender su condición en el mundo. Di unos pasos hacía atras y fui incapaz de siquiera pronunciar una palabra. Realmente dibujé en mi rostro la mejor expresión de perplejidad de la que ningún ser viviente era capaz.

La comisura de sus labios dibujó un amago de sonrisa. Eso me aterrorizó aún más. Sus boca se abrió, pero sus palabras ya habían resonado en mi cerebro, causando en mi una cascada de lagrimas y dolor.

-¿Te habías olvidado de mi?- dijo la dama oscura, con un burlesco tintineo en el timbre de su voz.
La muerte me había alcanzado de nuevo.

sábado, 3 de mayo de 2014

Pinpilinpauxa (Mariposa)

Al fin y al cabo, todos pasamos por una fase de la vida en la que somos unos completos capullos. ¿Verdad? La edad, momento y duración de ese estado suele variar dependiendo de la persona. Pero antes de que os llevéis las manos a la cabeza y neguéis rotundamente esa afirmación os diré algo que os va a tranquilizar: Nos pasa a todos. Es un estado natural de la evolución intrínseca del ser humano.

Con calma. Los primeros años de la vida somos esponjas, orugas, que pasamos la mayor parte del tiempo absorbiendo información de nuestro alrededor. Devorando, ávidos de más, todo lo que la vida ofrece. Hasta la fecha ha sido siempre así ¿No? Quiero decir... No he visto a nadie nacer siendo ya un capullo.

Una vez el ser que somos le llega el momento, todo eso que tenemos dentro se coagula, nos arrastra, nos hace dejar de absorber más. Nos bloquea la evolución natural de nuestro ser y nos encierra en un estado semiconsciente en el que, como norma general, tendemos a cometer errores. Es decir, nos volvemos un poco capullos.

No tengáis miedo. Os lo digo a todos y todas. No tengáis miedo de ser unos capullos en algún punto de vuestra vida. No impidáis que eso ocurra. Cometed errores. Dejad que ocurran. ¿Duelen? Claro que si. El dolor es necesario en la vida. Nos ayuda a aprender, nos ayuda a sentir que aún seguimos vivos. Sobretodo, lo más importante, sacad todo lo bueno que podáis de los errores cometidos. Aprended.

Un día, todo capullo se abre si ha germinado correctamente toda esa experiencia a base de errores. -No todos se abren, hay gente que permanece haciendo el capullo toda la vida.- y se produce otro proceso aún más vital que el anterior.

Florece la nueva persona. Nace el ser auténtico de cada uno, desde las entrañas del capullo sale toda la nueva energía con la que ahora os empezaréis a mover por la vida como un ser total y completo. ¿Aún se pueden cometer errores? Claro, y aprender de ellos también. ¿La diferencia? Digamos que no la puedo explicar, pues eso se siente. Pero una versión resumida es que cuando ya no eres un capullo, los errores se sienten, solucionan y viven de una manera diferente. 

Después de toda esta parrafada ambigua y aparentemente profunda -realmente es una capullada- os digo a todos, amigos y amigas, que no tengáis miedo a los errores y a vivir cada aspecto de la vida que pueda estar a vuestro alcance.