miércoles, 7 de mayo de 2014

¿Te habías olvidado de mi?

Salí tambaleándome del último bar del cual había hecho mi hogar esa noche de sábado. El pintxo-pote había llegado a su fin para mi: No tenia fuerzas, ni cuerpo, para más trote.

La chica que hacia un par de horas que me acompañaba -y que ya parecía ser mi admiradora número uno- me miraba con una mueca entre divertida y curiosa, a la expectativa de que de mi atrotinado cerebro y de mi embelesada boca saliera, de nuevo, alguna genial idea que convirtiera esa mágica noche en todo un hito de la historia.
La miré a los ojos y le solté, no recuerdo exactamente bien, alguna frase de cliché adornada con mi propio talento lingüístico y envuelta con especias selectas.

La cosa es que terminamos paseando bajo el cielo grisáceo, iluminado por la luna llena, de el mágico casco viejo de vitoria. Por las mismas calles en que antaño caminaron caballeros y príncipes, ahora yo hacía escenario de las más refinadas y modernas artes de la seducción, poniendo en el fuego todo el arsenal que el cansancio, la bebida y las ganas me dejaban disponer.
Ella como buena mujer vasca, parecía fría y distante en ocasiones, para de repente mostrar su lado más cálido con algún gesto o respuesta, que me animaban a seguir intentando acercar mi alma a la de esa mujer. El caso es que el objetivo ya no me era claro; El camino se me estaba haciendo demasiado agradable y ya podía ella desaparecer de repente, que yo me hubiese quedado feliz de la vida de tan solo haber cruzado palabras con ella.
Llegamos a lo alto del casco, pasando por el lado de la iglesia de San Vicente Mártir... era uno de mis rincones favoritos de Gasteiz: Se contaban por docenas las veces que había visto mi trasero en este sitio, fuese para dibujar, escuchar música o simplemente ver amanecer tras larguísimas jornadas de trabajo o fiesta.

Algo cambió en ese instante. El aire se vició, el silenció se hizo más notable; casi podía decirse que se había enmudecido. Yo alcé una ceja, interrumpida mi última parafraseada sobre uno de mis temas favoritos de Vetusta Morla. Miré alrededor, como esperando encontrar la respuesta a ese evento esperando quieta en algún rincón. Tras comprobar como mis esperanzas eran rotas, volví a mirar a la chica, esperando encontrarme con su rostro dibujando una expresión divertida ante mi reacción de completo imbécil. No fue así.

La mujer que tenía ahora delante no era la misma que tenia segundos atras. Enfrente de mi se volvía a encontrar Ella. Vestida con su perenne vestido negro de época, con unos lustrosos zapatos de color azabache y pelo rizado de mismo color. Seguía igual de bien maquillada como siempre; su piel empalidecida y sus labios realzados con un mortal color carmín.

Yo titubeé como un idiota que acaba de comprender su condición en el mundo. Di unos pasos hacía atras y fui incapaz de siquiera pronunciar una palabra. Realmente dibujé en mi rostro la mejor expresión de perplejidad de la que ningún ser viviente era capaz.

La comisura de sus labios dibujó un amago de sonrisa. Eso me aterrorizó aún más. Sus boca se abrió, pero sus palabras ya habían resonado en mi cerebro, causando en mi una cascada de lagrimas y dolor.

-¿Te habías olvidado de mi?- dijo la dama oscura, con un burlesco tintineo en el timbre de su voz.
La muerte me había alcanzado de nuevo.

No hay comentarios:

Publicar un comentario