viernes, 23 de mayo de 2014

Olvido y decepción

Los siguientes fragmentos son unas pequeñas recopilaciones emocionales que hice hace tiempo. Abriendo el cajón de los recuerdos, me los he encontrado en una esquinita, con polvo por encima, paradójicamente, olvidados a su suerte. He decidido sacarlos a relucir un poco, y que pase de instranscendentales a transcendentales en las páginas de mi blog. Allí van:


Olvido.

-OH dios mío,
-Lo veo pasar,
-Vivaz con su cantío,
-Implacable en su acrecentar,
-Doliente y sin amorío,
-Omnipotente Zumbar"

El tiempo iba pasando y los días se transcurrían con monotonía. No vivía la vida en ninguna de sus facultades, aunque tampoco tenía tiempo. Dejé de caminar cuando, en un gran instante de lucidez, me di cuenta de ello.
Nombres, rostros, sonrisas, expresiones, sentimientos, palabras, abrazos, momentos de charla y silencios. Todo, todo, todo el pasado estaba borroso en mi mente.
Inmediatamente corrí hacía la religiosa protección que ofrecían las paredes de mi estudio. Me senté en la mesa, cogí un bolígrafo y un papel y me concentré.
Al cabo de media hora, una figura silenciosa reposaba cabizbaja en la silla, mientras en aquel blanco papel manchado de lágrimas sólo había escrita una palabra en trémula ortografía:
“Olvido”

Decepción

"El tiempo iba pasando. Los Segundos se amontonaban velozmente unos encima de los otros mientras los Minutos daban paso, también tomándose su tiempo, a las corpulentas Horas.
En un rincón de mi cuarto reposaba la silenciosa marioneta de mi cuerpo, ahora convertida en una caricatura de vida. Había perdido la protección de mi santuario.

Antaño esas cuatro paredes que conformaban mi estudio eran casi sagradas. En su interior existía el único lugar donde podía protegerme del frío y atrincherarme cuando la realidad se hacía demasiado dura. Ahora una palabra ,Olvido, escrita en tina negra sobre un papel blanco, que actuando cual runa mágica de las leyendas del norte había penetrado en la fortaleza de mi alma y había destruido todo el hechizo de aquel lugar santo. La luz había perdido calor y color y grisáceamente parecía sumir todo cuanto tocaba en una infernal hibernación.

Lentamente di algo de fuerzas a los hilos que movían mi cuerpo, impulsado por un loco pensamiento, y me quedé de nuevo mirando aquel impío papel. Agarré el bolígrafo de nuevo y garabateé penosamente otra palabra junto a la anterior, para que no estuviera tan sola en aquel mortal desierto blanquecino: "Decepción"

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